España se bebe (y vive de) sus acuíferos

España es uno de los países de Europa con mayor cantidad de acuíferos, pero ¿qué son y por qué tenemos un problema con nuestras aguas subterráneas?

Sequía en un pantano de Ciudad Real en 2022. Medio ambiente | M. Viciosa

No todo es el agua de lluvia. España es uno de los países de Europa con mayor cantidad de acuíferos. Aportan agua al 15% de la población pero, ¿qué entendemos por acuífero? Es general, tendemos asociar la idea de ‘acuífero’ a un conjunto de bolsas de agua subterránea. La Ley de Aguas, de hecho, lo define más precisamente como “una o más capas subterráneas de roca o de otros estratos que tienen la suficiente porosidad y permeabilidad para permitir ya sea un flujo significativo de aguas subterráneas o la extracción de cantidades significativas de aguas subterráneas”.

Y ahí es donde radica la importancia que tiene para un país con déficit de precipitaciones en buena parte de su superficie. Si llueve poco (o mal), nuestra dependencia del agua subterránea es capital. Pero también, una amenaza ambiental, si la explotación de los acuíferos es inadecuada.

Técnicamente, la Directiva Marco del Agua introdujo un nuevo concepto: Masa de agua. Varias masas de agua configuran un acuífero. Son las unidades básicas de gestión. Es algo así como distinguir el contenido (el agua) del continente (el acuífero), explican desde el MITECO. En España hay más de 700 masas de agua distribuidas en diferentes acuíferos.

Algunos son bautizados con un número. Por ejemplo, el acuífero 27, compartido por las demarcaciones del Tino-Odiel-Piedras y la del Guadalquivir, está asociado al Parque Nacional de Doñana. El acuífero 23, a Daimiel. Estos dos son los más importantes. Y, según la organización WWF, en los que más agua se roba.

Con la entrada en vigor de la Directiva Marco del Agua se reconoció la existencia de un mayor número de acuíferos significativos. Entre estos acuíferos se encuentran formaciones de baja permeabilidad. O sea, que no debemos imaginarlos como una enorme masa de agua que fluye, sino como agua atrapada en rocas y sedimentos que, aún así, tienen una importancia local para el abastecimiento a núcleos urbanos, así como por la existencia de agua superficial o ecosistemas dependientes de las aguas subterráneas.

La mayoría de acuíferos de España estan ‘sobreexplotados’

Los acuíferos cubren más del 90% del territorio español. El volumen de recursos renovables de agua subterránea puede estar entre los 20.000 y 30.000 hectómetros cúbicos al año. Hay superávit de agua explotable, pero no en todas las zonas hidrográficas.

Según el Instituto Geográfico Nacional (IGN), la sobreexplotación de un acuífero se produce “cuando la extracción de agua del subsuelo se realiza a un ritmo superior al de la infiltración o recarga natural”. Es el caso del acuífero de Doñana, que se considera oficialmente sobreexplotado desde 2020. 

Es decir, más allá del recurrente problema de la sequía, España tiene un problema de desecación de sus acuíferos. Eso contribuye a una peor calidad de sus aguas y su aprovechamiento. Bien por contaminación, bien por eutrofización –exceso de nutrientes procedentes de fertilizantes o granjas, que saturan los ecosistemas–.

WWF España reveló en 2019 que los cuatro acuíferos más importantes están siendo saqueados de forma ilegal desde hace años. Su cálculo estima que se piratea el agua para el regadío de una superficie de cultivos equivalente a un Madrid y medio. La peor parte se la lleva Daimiel, el más grande. 51.465 hectáreas de cultivo se riegan con agua extraída ilegalmente

En cuanto a los de Doñana y Aljarafe, la superficie regada con agua ilegal ha llegado a las 4.700 hectáreas, según su investigación. Doñana ha perdido más del 80% de sus marismas respecto a comienzos del siglo XX. Más de la mitad de sus lagunas se han secado en última década.

A esto se suma un problema, en zonas costeras. Los acuíferos se salinizan. Un informe del Instituto Geológico y Minero de 2020 pone de relieve que “desde hace décadas se conoce la salinización de los acuíferos costeros españoles mediterráneos e insulares. Sólo en unos pocos casos esta situación está bien gestionada”.

Si se sobrexplota un acuífero cercano al mar, las aguas saladas pueden terminar rellenando los ‘huecos’ dejados por la dulce. “La intrusión marina supone un deterioro del bienestar, debido a la mayor corrosión, efecto negativo en la agricultura, empeoramiento del estado de humedales y merma de la descarga de agua dulce al mar, que es ecológicamente importante”, señala el informe.

Un problema más allá de la sequía

¿La España vaciada está vaciándose de agua? Sí. Igual o más que ‘la llena’. Esa es la clave de nuestra emergencia patria. No es el agua que no cae. Es la que extraemos. El catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla Leandro del Moral apuntaba a Newtral.es a la manera en que correlaciona el aumento de la superficie de regadío (casi un 7% en 10 años) con la caída “de entre el 10% y 30% en las cuencas del centro y el oeste peninsular”.

“Las tendencias para un escenario de emisiones como el que tenemos ahora son que la cantidad de precipitaciones, de aquí a final de siglo, se reducirán entre el 16% y el 4%”, explicaba Rodríguez. Hay incertidumbre sobre si caerá menos, pero sí sabemos que tenderá a caer ‘peor’, es decir, concentrada en pocas semanas y torrencialmente. Nuestra dependencia de los acuíferos puede ser mayor. Pero los acuíferos dependerán más de la lluvia que caiga para reponerse.

Julio Barea, desde Greenpeace, ponía deberes claros a los políticos: “cerrar casi un millón de pozos ilegales”, explicaba este hidrogeólogo de la organización ecologista. En un escenario de emergencia climática, “¿qué va a pasar, lloviendo menos, cuando queramos echar mano de esas aguas [subeterráneas]? Que no las tendremos». En su informe sobre sequía, la organización destaca que esta es algo más que falta de lluvia.

2 Comentarios
  • Emisiones de CO2, emisiones de metano por el ganado y el cultivo de arroz, almacenamiento de desechos nucleares, macrogranjas, aumento de todo tipo de residuos, declive del petróleo, declive del agua potable, declive de los fosfatos, escasez de alimentos, declive general de todos los recursos planetarios, acidificación de los océanos, desaparición del plancton, bacterias resistentes por exceso de antibióticos, mutación de virus, extinciones masivas de especies, incendios, deforestación, exceso de población mundial, extinción de los insectos, desmantelamiento del Estado, armas nucleares, tensiones en Oriente Medio, tensiones entre USA y China, flujos migratorios masivos, negacionismo, etc. Problemas que no hacen más que agravarse desde hace generaciones, sin que nos atrevamos a solucionarlos. Algunos de ellos, pueden extinguirnos por sí mismos, pero lo que va a suceder es que se van a desencadenar muchos de ellos a la vez, y no podremos reaccionar. Para salvarnos, haría falta una revolución mental radical a escala planetaria. Mal asunto.

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