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Una nueva crisis se cierne sobre España: la sequía tensiona el precio de los alimentos

Aspecto del pantano de Sau, en Barcelona.

Daniel Yebra / Cristina G. Bolinches

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Primero fue la pandemia, después los atascos en las cadenas de suministro. Más tarde llegó la invasión rusa de Ucrania, la espiral de inflación en que derivó, el paro patronal de los transportistas y, ahora, la sequía. Con el IPC (Índice de Precios de Consumo) de la cesta de la compra por encima del 16%, el Gobierno de coalición mantiene la proyección de que los precios de los alimentos van a bajar, aunque aún no se sabe cuándo. En parte, porque ahora se constata que la falta de lluvias puede dejar al mínimo las cosechas y tensionar más la oferta.

El impacto de la sequía, a la espera de saber su gravedad, llega en un escenario donde los precios en los súper e hipermercados “siguen subiendo”, como reconoció el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, tras el último Consejo de Ministros. “No hablaré de reducción de precios. Hablaré de contención”. Planas aseguró que ese 16,6% de inflación de la alimentación sitúa a España por debajo de la media europea “en un contexto difícil por la guerra en Ucrania y por la sequía”. “Mantenemos la visión de que los precios van a reducirse de manera progresiva en un futuro próximo”. Al mismo tiempo, “tanto la guerra en Ucrania como la sequía son factores que están afectando a los mercados, con una gran volatilidad”.

Solo unas horas antes, el secretario general de Agricultura y Alimentación, Fernando Miranda, apuntaba en la misma dirección. “Esta es una inflación de costes de producción, de energía, de fertilizantes, de piensos”, aseguró. Unos costes que están bajando y que se tienen que “trasladar progresivamente” al precio de los alimentos. Pero, de nuevo, avisó sobre la sequía. “Marzo ha sido malo, abril ha confirmado que estamos por debajo [en precipitaciones] del año pasado, que ya fue malo” y puede derivar en que “la oferta puede ser más escasa y en alguna tendencia inflacionista”. 

En el siguiente gráfico se ven los alimentos que más han subido de precio en el último año, según los últimos datos de IPC disponibles.

Esto es lo que ha cambiado el coste de la vida en el último año...

Alimentos básicos +9,4%
Patatas +20%
Arroz +18%
Leche +13%
Frutas +9%
Otros alimentos +11,1%
Aceite de oliva +67%
Carne +8%
Yogur +8%
Pescado +7%
Facturas -13,7%
Internet y móvil 2,5%
Alquiler de vivienda +2%
Gas -23%
Electricidad -38%

El impacto de la sequía aún es difícil de calibrar, asumió el número dos de Luis Planas en el Ministerio, porque España es importador neto de cereales y oleaginosas, donde dependemos de lo que vaya a pasar en otros mercados como Estados Unidos y Canadá, de cómo vayan sus producciones. Hay otros cultivos que son una incógnita. “No sabemos qué va a pasar con el olivar, con la fruta de hueso o los cítricos”, que aún no están en temporada. Hay “incertidumbre” porque, en cualquier caso, “ya se ven los efectos” de la sequía “en la producción”, asumió. 

Por ejemplo, en un análisis publicado a finales de marzo, el Banco de España lamenta que “la estimación de la producción española de aceite de oliva de la cosecha de 2022 –campaña de comercialización 2022/2023– apunta a que esta sería un 48% inferior a la de la campaña 2021/2022, en gran parte debido a los efectos [precisamente] de la sequía”. En una dirección muy similar apuntó Luis Planas en Moncloa, en este caso, con los cereales, que ya el año pasado recortaron la producción más de un 21%. Simplemente, va a ser un año malo tras otro.

“Existe una elevada incertidumbre acerca de los efectos que pueda tener la sequía”, incide el Banco de España. Además, “la guerra en Ucrania representa un foco de duda, dada la relevancia de Rusia y Ucrania en los mercados mundiales de cereales”.

Los factores que reducen la inflación

Sin embargo, la institución destaca los factores que reducen la inflación. “De cara al futuro, dada la moderación recientemente observada en los precios de las materias primas [de los fertilizantes, los piensos y también de los carburantes; en definitiva una caída de los costes], cabe esperar una cierta desaceleración en los incrementos de los precios de los alimentos en la eurozona y en España”. 

Un escenario muy parecido pinta el último informe sobre la coyuntura económica mundial del FMI (Fondo Monetario Internacional). En él, se señala que “la reducción de la oferta de alimentos básicos en los principales países exportadores, debido a las grandes conmociones de los últimos dos años por la pandemia y la guerra en Ucrania, se ha detenido”. Según argumenta, “debido a que la propia oferta y la demanda han reaccionado a la inflación”.

Por el lado de la oferta, “las perspectivas de suministro han mejorado a medida que el trigo ucraniano y otros productos llegaron al mercado mundial gracias a la apertura del corredor del Mar Negro desde el noviembre pasado”. Además, se suma que en los últimos meses “la Unión Europea y la India han aumentado su producción de cereales”. Este incremento está provocando tensiones en algunos países. Polonia y Hungría han abierto una brecha en la unidad europea al prohibir la importación de cereales ucranianos por el impacto que tiene dentro de sus mercados, al presionar a la baja los precios. Una restricción que puede tener consecuencias en el conjunto de Europa.

La tendencia a la que se refiere el FMI se puede observar en el caso de España. Más allá del trigo, las exportaciones de alimentos de nuestro país aumentaron casi un 13% en 2022, respecto a 2021. Y en enero de este 2023 el crecimiento aceleró hasta rozar el 16%, frente al mismo mes del año pasado. Con incrementos cercanos al 30% para la carne o el pescado. A cambio, el ritmo de aumento de las importaciones de alimentos ha sido incluso mayor, del 20% en enero. Y algo más del 30% en el conjunto de 2022.

Por la parte de la demanda, el FMI aprecia una caída respecto a “los productos elásticos, como la carne” o el pescado. Es decir, los alimentos a los que la gente renuncia cuando tiene menos capacidad de compra. O lo que es lo mismo, menos poder adquisitivo, que es una de las principales consecuencias de esta crisis de inflación.

En general, el consumo de alimentos es inelástico: no varía sustancialmente con el ciclo económico. Ni crece mucho en momentos boyantes –de crecimiento– ni se reduce en las desaceleraciones o recesiones, porque responde a una necesidad que si no se cubre conlleva hambre y problemas de salud. Lo que sí provoca la inflación es la sustitución de los productos o las marcas más caras por los más baratos.

En este contexto, junto a las respuestas generales a la actual crisis –las más importantes destinadas a contener la escalada de los precios energéticos (bajadas del IVA de la electricidad, descuentos a los carburantes…)–, el Gobierno ha tomado otras medidas más específicas. Una indirectamente relacionada con el asfixiante ejercicio de hacer la compra es el cheque de 200 euros para las rentas bajas. Otra directamente relacionada es la bajada del IVA de una cesta de alimentos básicos, que apenas logró una pequeña bajada en enero, pero que no ha impedido nuevos incrementos en febrero y en marzo.

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, reconoció este lunes en un entrevista en televisión que hay “resistencia” a que los precios de los alimentos bajen. Aunque se limitó a insistir en que las medidas que ya se han puesto en marcha “todavía tienen recorrido”. El mismo día, pero en otro foro, instó a las grandes cadenas de distribución a que “sigan el ejemplo de algunas y empiecen a bajar los precios”. Y el martes, la patronal de la industria alimentaria (FIAB) aseguró que los precios bajarán “en un plazo muy razonable”, según su director general, Mauricio García de Quevedo, aunque “dependerá de la situación de cada empresa”, porque aún están dando salida a stocks que compraron caros, justificó.

La FAO dice que los precios ya bajan

Si hay un índice internacional que sirve de referencia para saber por dónde va el precio de los alimentos es el de la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Y ese índice baja, lleva un año en retroceso, aunque los consumidores españoles aún no lo noten al hacer la compra.

Ese índice de precios se situó en un promedio de 126,9 puntos en marzo de 2023. Esto es un 2,1% menos que en febrero. Acumula doce meses seguidos de caídas tras tocar máximos, precisamente, por la invasión rusa de Ucrania. “En los últimos 12 meses, desde marzo de 2022, el índice ha caído hasta 32,8 puntos (un 20,5%)”, desglosa la FAO. “La disminución del índice en marzo obedeció a un descenso de los índices de precios de los cereales, los aceites vegetales y los productos lácteos, mientras que aumentaron los del azúcar y la carne”, matiza.

La FAO enumera que los cereales, en los mercados internacionales, hoy son un 18% más baratos que hace un año. Lo mismo ocurre con los aceites vegetales de soja, colza y de girasol. En conjunto, sus precios son un 47% inferiores a los de marzo de 2022, según el índice FAO; o los lácteos, que bajan más de un 10%. No ocurre lo mismo con la carne, que se encareció casi un punto porcentual en febrero y solo ha bajado su precio un 5% si se compara con los del tercer mes del pasado ejercicio. 

En España, el Ministerio de Agricultura publica precios de los eslabones intermedios de la cadena, por ejemplo, a la salida de la industria transformadora, de los almacenes o de las almazaras. Algunos, como los del trigo, la cebada o el aceite de girasol, señalan bajadas. En ese último producto, de más del 55%. Sin embargo, otros, como el aceite de oliva, no dan tregua. El aceite de oliva virgen estaba, hace una semana, a más de 520 euros por cada 100 kilogramos. Hace un año, a 333 euros. Algo similar ocurre con el arroz, en sus distintas variedades, o con cítricos, como las mandarinas, que siguen disparados, antes de saber cómo serán sus cosechas en un año con los pantanos en mínimos como el actual.

En este contexto, este miércoles se reúne la Mesa de la Sequía, donde estarán presentes tanto el Ministerio de Agricultura como el de Transición Ecológica, además de comunidades autónomas, representantes de la asociaciones de agricultores y las comunidades de regantes. Las expectativas de que salga un acuerdo sobre cómo afrontar la sequía, qué medidas aplicar y si son necesarias ayudas económicas no son muy altas. Al menos, de momento. “Lo que queremos es poder tener no solo los datos técnicos, sino un diagnóstico sobre la priorización de zonas y sectores, antes de las medidas que se puedan tomar”, explicó el ministro Luis Planas tras el Consejo de Ministros.

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