GUARNICIÓN / La Tía de las Tortas
Cómo desarrollé un pastel complejo sin ser pastelera
Mamá era de esas mujeres que siempre se ofrecían para cocinar lo que hiciera falta, para el evento que fuese, sin importar la cantidad de comensales. Cocinó para los 15 de mi prima, para llevar algo rico a cada reunión con sus amigas, pero lo que más recuerdo son sus tortas de cumpleaños: prolijas, con cintas, con muñecos, con diseños, con blondas, con velas con sus portavelitas de plástico. La atención al detalle, aunque amateur, era total.
Cuando regalamos objetos de la casa después de su partida, decidí quedarme con todos los tesoros culinarios que llevan su espíritu: el palo de amasar, la ñoquera de madera, el pisapuré, el cortapastas, el cornet pastelero, el molde para sorrentinos, las budineras de aluminio y también las bandejas de acero inoxidable que usó hace más de 30 años para transportar sus creaciones.
Este año tuve la suerte de estar en Mardel para el año de mi sobrina I., hija de una amiga que es como una hermana, y me ofrecí para hacer la torta. Ya me había encargado de unas cuantas mesas dulces para seres queridos, pero esto perfilaba distinto. Me imaginé entrando triunfal con una representación comestible de mi amor, encima de una fuente. Me ilusionó convertirme en la Tía de las Tortas, de acá para siempre (o siempre que esté en Argentina, al menos).
Armar un pastel enorme que alimente a alrededor de 50 personas requiere establecer un plan de acción, o al menos así aprendí de Mamá. Primero planteé por escrito los ingredientes que quería usar en base a ciertos sabores que me gustan. Tenía mucho coco rallado que quería aprovechar, así que el dulce de leche se me presentó como complemento ideal. Faltaba entonces algo frutal pero, en invierno, las opciones son bastante limitadas. Me decidí por bananas madurísimas para el bizcocho y un curd con los limones del árbol de mi tía Norma, cuya cosecha no paro de disfrutar. Están fragantes y deliciosos.
Después de medir con centímetro mi placa de horno más grande, determiné el tamaño de cada porción en 5x5 cm. Se trataría de una torta poderosa, así que con un par de bocados el comensal quedaría más que satisfecho. Para disparar la creatividad, comencé a dibujar lo que imaginaba con esos ingredientes: nueces, que combinan con el dulce de leche/ buttercream de coco / bizcocho de banana húmedo/ la acidez del curd de limón / pistachos vibrantes / flores naturales.
Mi primer boceto salió horrible; no tenía herramienta alguna para darle proporciones realistas. Después de tomar una clase con Ale, mi tatuador, empecé a entender la importancia de la perspectiva. ¡Cuánto abogo por recordarla en general, al tomar decisiones o emitir juicios! Dos personas no ven lo mismo aunque fijen la mirada en el mismo objeto. Sin embargo, hasta que no me lo enseñaron, no supe aplicarlo en el papel. Está bueno aprender algo nuevo a esta edad; te sentís un poco en el colegio, con los mismos nervios y, en mi caso, el mismo entusiasmo.
Para cremar tanta manteca sí o sí iba a necesitar una batidora eléctrica. Solía tener una KitchenAid cuando vivía en MDQ, y era solo cuestión de prenderla y dejar que hiciera todo el trabajo. En este caso recurrí a mi madrina (prima de Mamá), que también es mi vecina, porque adiviné que tendría algún ejemplar manual. Me acercó una caja amarillenta en perfecto estado, atada con un piolín en los extremos. Cuando la abrí, me encontré con un artefacto impoluto de la década del 70. Creo haber visto uno similar en la casa donde crecí. Al consultarle a mi madrina, me dijo que es muy posible que haya sido la misma batidora porque en la familia todos los primos se habían comprado una. El electrodoméstico vintage bancó laburar 1 kilo de manteca en distintas preparaciones sin chistar. Usarlo para este proyecto me generó mucha nostalgia; hizo la experiencia aún más especial. ¿Cuántas ocasiones nos presenta la vida de cocinar con una reliquia familiar inmaculada? Hará su aparición estelar en un Tiktok que te mostraré en un momento.
Una vez decidido el rumbo de mi torta, me armé un plan día por día para llegar al sábado del cumpleaños con un pastel fresquísimo. Por algún motivo, todo lo que sea listas-planificación me gusta hacerlo en papel y lápiz. Escribí entonces en un bloc destartalado:
Miércoles
comprar los ingredientes, enlistados según se adquieran en:
Verdulería
Casa de la Repostera
Dietética
Tienda de lácteos
Jueves
Preparar lemon curd
Hornear sheet de nougat de nuez con coco
Hacer buttercream de coco
Viernes
Armar en cartón base de la torta, recortar papel manteca para el molde
Preparar bizcocho, hornearlo, enfriarlo
Cortar bizcocho, rellenar, cubrir de buttercream, porcionar, enfriar
Sábado
Comprar flores
Decorar con botones de buttercream, lemon curd con manga, pistachos, cítricos desecados y flores
Preparar bandeja con blonda / no olvidar las velitas.
Sin esta lista salvadora habría tenido un caos en la cocina y la torta no habría tenido el tiempo suficiente de asentarse en la heladera. Nadie me enseñó a dividirlo así, pero vi a Mamá hacerlo tantas veces que lo incorporé en mi enfoque como cocinera. No creo en absoluto que parezca una torta profesional, y creo que ahí radica su gracia. Es una torta preciosa, pero casera. Es una torta que podría hacer cualquiera que encontrara su método para trabajar organizadamente, con paciencia. Es una torta que me llevó 4 días de trabajo intenso, pero valió cada minuto.
En el cumple, los invitados ya esperaban probar lo que traería la Tía de las Tortas. Muchos incluso me confesaron previamente que se reservarían espacio en el estómago para llegar con hambre a mi pastel. Así luce mi felicidad chiquita y accesible que me llena el alma profundamente. Refleja el placer de encarar un proyecto como se debe, con dedicación, dar de mí todo, dar lo mejor.
Este es el espíritu del audio de Anthony Bourdain que usé para registrar en video el proceso de prepararla. Habla de lo que se siente tener la certeza de que hiciste una cosa bien y, simultáneamente, tener que desprenderte del resultado. Después de tanto trabajo, la creación de los cocineros desaparece en breves instantes en boca de sus comensales. Es una forma de dedicación muy desapegada y sabia, para extrapolar quizá a otras aristas de la vida.
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No sé si habrá sido la mejor torta del mundo. No sé cuánto cocino con ese fin hoy día. Solo quiero que haya estado rica y que pase a formar recuerdos para siempre, como esta foto con Mamá donde la veo sonreír mientras me cantan el feliz cumpleaños. Cumplía 4. Y ella está radiante y nos mira, a mí y a su torta con forma de corazón, con una expresión tan dulce que traspasa la imagen. Sus manos son idénticas a las mías hoy. Yo también elijo dedicarlas a cocinar para quienes amo, no por imposición, sino porque es la manera en la que sé expresar amor. Esas cosas no se enseñan; lo aprendí con el ejemplo.
Hoy que ella ya no está para mirarme así, agradezco se haya dedicado a construir estos recuerdos.
Hoy toma la posta La Tía de las Tortas para forjar nuevas nostalgias futuras.
Hasta aquí, GUARNICIÓN vol 3
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Cuánto amor hay en agasajar a los que queremos con una buena comida, en este caso una torta preciosa!. Me hiciste acordar a cuando era chica, esos domingos al mediodía, en la casa de mi madrina, ( porqué se comía tanto antes?) Empezaban con el aperitivo y un antipasto, ensalada rusa y vitel tone, (italianos ellos), luego pastas, tallarines o ravioles caseros después venía carne estofada o pollo con papas y después flan casero con crema y dulce. No sé cómo comían tanto, yo apenas llegaba a las pastas , jaja. Después café y licor. Era tanto el empeño en servirnos bien, se desvivian por atendernos con amor. El mismo amor que veo en la cara de tu mami y en tus manitos de emoción por esa torta hecha por la mejor cocinera, la que más te amó , abrazos Lu!