La escuela austríaca se ve injustamente menospreciada entre el resto de escuelas económicas. Esto, en parte, se debe a que muchos economistas no logran comprender la importancia de la advertencia de esta escuela contra el cientificismo: los fenómenos propios de las ciencias sociales abordan son demasiado numerosos, cambiantes y complejos como para poder describir exitosamente todas sus interconexiones detalladas, y predecir con éxito los valores cuantitativos específicos a lo largo del tiempo mediante modelos matemáticos.
Friedrich Hayek dijo en su discurso de aceptación del Nobel que:
Parece que esta falta de éxito de los economistas para guiar las políticas de manera más exitosa está estrechamente relacionada con su propensión a imitar lo más fielmente posible los procedimientos de las exitosas ciencias físicas, lo cual en nuestro campo puede llevar a errores graves. Es un enfoque que ha llegado a ser descrito como una actitud “cientificista”, una actitud que, como la definí hace unos treinta años, “es decididamente no científica en el verdadero sentido de la palabra, ya que implica una aplicación mecánica e incuestionable de hábitos de pensamiento a campos diferentes de aquellos en los que se han formado”.