La importancia del capital humano en la economía
Publicado originalmente el 4 de agosto de 2020 en UNIDEMA
Un análisis de la historia económica requiere tener en cuenta numerosos factores que explican en parte los orígenes de la riqueza en diferentes países (Sowell 2005, 527–566)—la pobreza es el estado natural del ser humano y no requiere explicación—. Estos factores se pueden dividir en cuatro categorías: factores geográficos, como la fertilidad de la tierra o las vías navegables; factores sociales, como el tamaño de la población; factores políticos, como las instituciones; y factores culturales. La literatura anterior ha apuntado a teorías univariantes, como el determinismo ambiental (Braudel, 1949; Diamond, 1997), el determinismo cultural (Weber 1904) o trayectorias dependientes de la historia (Acemoglu y Robinson 2012; Acemoglu y Robinson 2019). Lo más probable es que todos los factores tengan su relevancia a la hora de explicar las disparidades en la riqueza entre los países y dentro de ellos (Sowell 2005, 563–566; Kuran 2009; Becker, Pfaff y Rubin 2016). Este ensayo, sin embargo, se centra en la influencia de la cultura y el capital humano en el desarrollo económico de las naciones.
Analizar la influencia de la cultura, o cualquier factor, en los sistemas económicos es complicado. Existen diversas formas de realizar este tipo de análisis. Idealmente, se podría medir ceteris paribus cómo cambian las condiciones económicas de una cultura a otra. Sin embargo, en el mundo real es prácticamente imposible mantener todos los factores, como por ejemplo el clima, los animales, el estado de bienestar, la legislación y la población, constante (Buchanan 1958). Por lo tanto, la manera más apropiada de observar el efecto que tiene la cultura sobre la manera de actuar de un individuo es la de analizar al conjunto de individuos que compartan rasgos culturales para intentar descubrir qué es lo que motivaba su acción.
En primer lugar, sostengo que la cultura afecta las condiciones económicas, para lo cual presento tres casos en los que la mejor teoría para explicar las disparidades económicas se puede encontrar en las variaciones culturales. El primer caso son los cubanos que huyeron de su país debido a Fidel Castro a los Estados Unidos. Estas personas vivían bajo la miseria. Tuvieron que dejar la mayor parte de sus recursos en Cuba y sus calificaciones educativas no tenían valor en su nuevo país (Chua y Rubenfeld 2014). Eso es en parte por qué trabajaron duro para asegurarse de que sus hijos recibieran una educación. Actualmente, los cubanos estadounidenses generan unos ingresos mayores que los de todo el país de Cuba.
El segundo caso son los libaneses que emigraron a América, África y Australia después de la Gran Guerra. Los inmigrantes libaneses comenzaron a trabajar en el nivel más bajo de cualquier profesión en cualquier país al que llegaran. Carecían de las habilidades requeridas, tenían una educación deficiente y su tasa de analfabetismo eran alta (Hourani y Shehadi 1992). Venían principalmente de zonas rurales y pobres del Líbano. Los libaneses que emigraron a Sierra Leona, por ejemplo, avanzaron bastante rápido y expandieron con éxito sus negocios, a pesar del sentimiento de los nativos (Van der Laan 1975) . Los libaneses desarrollaron negocios prósperos en todos los países donde se mudaron e inculcaron a sus hijos el valor de la educación (Van der Laan 1975, 112; Hourani y Shehadi 1992, 345–355)
El último caso involucra a inmigrantes alemanes en América Latina. Ellos jugaron un gran papel industrializando Argentina (Koch 1974) Brasil (Roche 1959) y Chile (Young 1974). Los alemanes trajeron conocimiento empresarial con ellos y fueron los únicos productores y propietarios de diversas industrias, como la cervecera. La mayoría de estos inmigrantes tenían antecedentes de clase trabajadora y solo ascendieron a la clase media cuando estaban en las Américas (Koch 1974, 231-232). Los alemanes mantuvieron una sobrerrepresentación como miembros de varias profesiones y dueños de negocios de industrias enteras. Lo que estos inmigrantes tienen en común con el resto era una cultura que valora altamente el capital humano. La cultura se compone de varios otros elementos, como el idioma, las tradiciones, las normas, la religión y el capital humano, entre otros (Hofstede, Hofstede y Minkov 1980). Sin embargo, esto último es de gran relevancia para explicar el éxito de estas culturas.
El capital humano se define como “las habilidades que posee la fuerza laboral y se considera como un recurso o valor” (Goldin 2016). La educación y la experiencia laboral previa se incluyen en el capital humano. Los tres casos presentados son casos en los cuales la educación se consideraba un valor cardinal. Todos estos grupos tenían actitudes positivas hacia el trabajo y no rehuían al trabajo duro o servil. Todos prosperaron en parte gracias a su visión positiva del progreso. Su objetivo era proporcionar la mejor educación posible a sus hijos y seguir adelante. Incluso si un grupo carecía de las habilidades o la educación, como lo hicieron los libaneses, todavía tenían esa actitud positiva hacia el progreso y el trabajo.
Según estudios recientes sobre psicología social, nuestra moral tiene un fuerte efecto en todos los aspectos de nuestra vida. Incluso los individuos de la misma cultura tienen fundamentos morales bastante diferentes (Haidt 2001; Haidt 2012, Iyer, Koleva, Graham, Ditto, y Haidt 2012). Las personas con valores morales diferentes toman decisiones diferentes sobre los mismos hechos (Aupperle 2008). Algunos estudios afirman que nuestra moral determina nuestras ideologías incluso antes de racionalizar sus implicaciones (Haidt 2012; Green 2014, 211-288). Ser moral y justo es complicado. Todos pensamos que lo somos, pero otros pueden estar en desacuerdo. Es por eso los miembros de una sociedad necesitan aprender a colaborar con personas de diferentes tribus morales (Haidt 2012).
Considero que la mejor solución para lograr que personas dispares colaboren entre ellas es a través de la confianza. Este concepto puede definirse como “la propensión a decir la verdad o cumplir la promesa” (Hugh-Jones 2016). La verdad o la honestidad son importantes en los sistemas económicos porque para contratar a alguien es necesario tener expectativas de que la otra parte cumpla con lo acordado (Hayek 1962). No está claro cuál es primero, si las personas confiables y confiables generan mejores condiciones económicas, o si el sistema refuerza la honestidad entre las personas. Adam Smith (2010) decía ‘‘El hombre desea naturalmente, no sólo ser amado, sino también ser amable; o ser lo que es el objeto natural y propio del amor’’. Mi opinión es que hay algunos de ambos, pero lo que está claro es que cuando un sistema tiene instituciones económicas inclusivas (Acemoglu y Robinson 2012) y una cultura de honestidad, crea un ciclo virtuoso.
La confianza, aunque no se puede ver, se puede inferir de los casos detallados anteriormente. Sin confiar en el sistema, los alemanes en América Latina, los cubanos en los Estados Unidos y los libaneses de distintas partes del mundo habrían decidido emigrar a otros lugares, abandonar el país de acogida una vez que hubieran ganado dinero o explotado el sistema de sus países anfitriones. Por el contrario, lo que hicieron estos inmigrantes fue esforzarse en parte gracias al capital humano de sus culturas, y en parte debido a su honestidad.
La Unión Soviética era infame por la falta de honestidad de sus ciudadanos (Kramer 1977; Schwartz 1979; Quigley 1993). Aunque la Unión Soviética era uno de los países más ricos en recursos naturales, incluido el petróleo (Jensen, Shabad y Wright 1983), su nivel de vida era extremadamente bajo. Se requerían sobornos para llevar a cabo cualquier actividad y había muchos mercados negros liderados por los tolkachi, personas que realizaban actividades económicas ilegales para lograr los objetivos establecidos por los planificadores centrales (Nove 1977). Una vieja broma soviética ilustra mi argumento: “Ellos fingen pagarnos, nosotros pretendemos trabajar”.
Al estudiar las culturas y el capital humano tenemos que centrarnos en cómo esto motiva al individuo a actuar y a entender la función empresarial, es decir, su capacidad de obtener nuevo conocimiento sobre cómo satisfacer las necesidades de los demás para adquirir los medios necesarios para satisfacer las suyas. Los incentivos no son uniformes en una sociedad. Diferentes grupos con diferentes culturas, enfrentados a las mismas circunstancias objetivas, pueden reaccionar de manera bastante diferente. Es imposible saber cuáles serían los efectos en una cultura para jugar con algunas partes de ella. Por lo tanto, creo que dejar las decisiones culturales debe dejarse en orden espontáneo (Boettke 1990). La moral solo puede florecer en las sociedades con instituciones económicas inclusivas, ya que necesita cierto grado de libertad para establecer sus propias prioridades de vida, tener el incentivo para actuar correctamente y alcanzar su potencial por sus propios medios (Hayek 1962).
Referencias
Acemoglu, Daron y Robinson, James A. 2012. Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty. Londres, Reino Unido: Profile Books.
Acemoglu, Daron y Robinson, James A. 2019. The Narrow Corridor: States, Societies and the Fate of Liberty. Nueva York, Estados Unidos: Penguin Press.
Aupperle, Kenneth E. 2008. “Moral Decision Making: Searching for the Highest Expected Moral Value.” International Journal of Organization Theory & Behavior 11(1): 1-11. https://doi.org/10.1108/IJOTB-11-01-2008-B001
Becker, Sascha O., Pfaff, Steven, y Rubin, Jared. 2016. “Causes and Consequences of the Protestant Reformation.” Explorations in Economic History 62(1), pp. 1-25. https://doi.org/10.1016/j.eeh.2016.07.007
Boettke, Peter J. 1990. “The Theory of Spontaneous Order and Cultural Evolution in the Social Theory of F.A. Hayek.” Cultural Dynamics 3(1), 61-83. https://doi.org/10.1177/092137409000300105
Braudel, Fernand. 1949. La Méditerranée et Le Monde Méditerranéen à l’époque de Philippe II – Vol. 2: Destins Collectifs et Mouvements d’ensemble. París, Francia: Armand Colin.
Buchanan, James. 1958. “Ceteris Paribus: Some Notes on Methodology.” Southern Economic Journal 24(3): 259-270. https://doi.org/10.2307/1055060
Chua, Amy y Rubenfeld, Jed. 2014. The Triple Package: How Three Unlikely Traits Explain the Rise and Fall of Cultural Groups in America. Nueva York, Estados Unidos: The Penguin Press.
Diamond, Jared. 1997. Guns, Germs and Steel. Nueva York, Estados Unidos: WW Norton and Co.
Greene, Joshua. 2014. Moral Tribes: Emotion, Reason and the Gap Between Us and Them. Penguin Books. Londres, Reino Unido: Penguin Books.
Goldin, Claudia. 2016. “Human Capital”. En Handbook of Cliometrics, editado por Claudia Goldin y Michael Haupert, 55-86. Heilderberg, Alemania: Springer-Verlag.
Haidt, Jonathan. 2001. “The Emotional Dog and Its Rational Tail: A Social Intuitionist Approach to Moral Judgment.” Psychological Review 108(4): 814–834. https://doi.org/10.1037/0033-295X.108.4.814.
Haidt, Jonathan. 2012. The Righteous Mind: Why Good People Are Divided by Politics and Religion. Nueva York, Estados Unidos: Pantheon Books.
Hayek, Friedrich August. 1962. “The Moral Element in Free Enterprise”. Disponible en: https://fee.org/articles/the-moral-element-in-free-enterprise/.
Hofstede, Geert, Hofstede, Gert Jan y Minkov, Michael. 1980. Culture and Organizations: Software of the Mind 3ª ed. Nueva York, Estados Unidos: Mc Graw Hill.
Hourani, Albert y Shehadi, Nadim (eds). 1992. The Lebanese in the World: A Century of Emigration. Londres, Reino Unido: Centre for Lebanese Studies y IB Tauris & Co Ltd.
Hugh-Jones, David. 2016. “Honesty, Beliefs About Honesty, and Economic Growth in 15 Countries.” Journal of Economic Behavior and Organization 127, 99.114. https://doi.org/10.1016/j.jebo.2016.04.012
Iyer, Ravi, Koleva, Spassena, Graham, Jesse, Ditto, Petter, y Haidt, Jonathan. 2012. “Understanding libertarian morality: the psychological dispositions of self-identified libertarians”. PloS one, 7(8). https://doi.org/10.1371/journal.pone.0042366
Jensen, Robert G., Shabad, Theodore y Wright, Arthur W. (eds). 1983. Soviet Natural Resources in the World Economy. Chicago, Estados Unidos: University of Chicago Press.
Koch, Fred C. 1974. The Volga Germans: In Russia and the Americas, from 1763 to the Present. Pennsylvania, Estados Unidos: Pennsylvania State University Press.
Kramer, John M. 1977. “Political Corruption in the USSR.” The Western Political Quaterly 30(213). https://doi.org/10.1177/106591297703000204
Kuran, Timur. 2009. “Explaining the Economic Trajectories of Civilizations: The Systemic Approach.” Journal of Economic Behavior & Organization 71(3), 593-605. https://doi.org/10.1016/j.jebo.2009.03.005.
Nove, Alec. 1977. The Soviet Economic System. George All.
Quigley, John. 1993. “Government Corruption in the Soviet Union.” Criminal Law Forum 4, 567–572. https://doi.org/10.1007/BF01096187
Roche, Jean. 1959. La Colonisation Allemande et Le Rio Grande Do Sul. París, Francia: Institut Des Hautes Études de l’Amérique Latine.
Smith, Adam. 2010. The Theory of Moral Sentiments. Penguin Classics.
Sowell Thomas. 2005. Basic Economics: A Common Sense Guide to the Economy 5ª ed. Nueva York, Estados Unidos: Basic Books.
Sowell, Thomas. 2016. Wealth, Poverty, and Politics: An International Perspective 2ª ed. Nueva York, Estados Unidos: Basic Books.
Schwartz, Charles A. 1979. “Corruption and Political Development in the USSR.” Comparative Labor Law & Policy Journal 11(4), 425-443. https://doi.org/10.2307/421869
Van der Laan, Hendrik Laurens. 1975. The Lebanese Traders in Sierra Leone. La Haya, Países Bajos: Mouton.
Weber, Max. 1904. Die Protestantische Ethik Und Der Geist Des Kapitalismus. Tübingen, Alemania: JCB Mohr.
Young, George FW. 1974. The Germans in Chile: Immigration and Colonization, 1849-1914. Nueva York, Estados Unidos: Center for Immigration Studies.
Publicado originalmente el 4 de agosto de 2020 en UNIDEMA